Esta viñeta que recibí por correo hace unos días me hizo pensar en la comunicación de los mensajes que hacemos llegar a nuestros equipos y en el cómo se interpretan por parte de aquellos.
¿A qué gestor no le ha ocurrido que al transmitir un mensaje a su equipo de colaboradores, éstos perciben algo completamente diferente y actúan de forma distinta a como nosotros queríamos?. Y probablemente nos damos cuenta al cabo de mucho tiempo, por lo que los efectos pueden ser contraproducentes.
A priori puede parecer algo obvio, pero para evitar este tipo de situaciones, las instrucciones y directrices deben ser absolutamente claras, de tal manera que nuestros equipos no tengan absolutamente ninguna duda a la hora de interpretar el mensaje, y poder desempeñar eficazmente su cometido.
Y no me estoy refiriendo a decirles exactamente lo que tienen que hacer; al contrario, creo en la necesidad de darles unas directrices globales eso sí, muy claras, que les permita conocer la dirección que deben tomar.
Es imprescindible asegurarnos que el equipo entiende a la perfección nuestros mensajes, y tras ello dejarles hacer. De no ser así, tendremos un equipo que estará remando en una o varias direcciones, y probablemente diferentes a la prevista.
Así mismo, deben establecerse hitos que nos permitan conocer como gestores si el proceso se está llevando a cabo de la forma correcta por parte de nuestros colaboradores, y así poder establecer las acciones correctoras que sean necesarias en cada momento.
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